Piensa en otro idioma y
acertarás
Por: Javier Salas (EL PAIS)
Tomar decisiones en una
lengua distinta de la materna lleva a conclusiones más reflexivas.
Una traductora trabaja
durante un pleno del Parlamento Europeo. PIETRO NAJ-OLEARI PE-EP
"¿En qué idioma te lo
tengo que decir para que me hagas caso?". Esta frase que miles de madres
han lanzado contra sus hijos está, en el fondo, cargada de verdad (como todas
las cosas que dicen las madres). Porque una serie de trabajos científicos
recientes está dando forma a una realidad sorprendente: pensamos y decidimos de
distinta forma si procesamos la información en otro idioma que no sea el
materno.
Aunque entendamos igual de
bien la idea o el problema, al hacerlo en una segunda lengua el resultado será
más reflexivo; menos emocional, más orientado a obtener un resultado útil. En
otro idioma, nos centramos menos en nuestra primera respuesta emocional, crece
la tolerancia al riesgo y se maximiza el interés por el beneficio
"Beneficia al pensamiento deliberativo; te hace pensar dos veces las
cosas", asegura Albert Costa, uno de los mayores expertos en bilingüismo
gracias a sus investigaciones en la Universidad Pompeu Fabra.
Empezó sus estudios en este
campo con el dilema del tranvía: ¿tirarías a una persona a la vía para que con
su muerte salve la vida de otras cinco personas? El conflicto moral que nos
supone empujar a esa víctima solitaria se desvanece en muchas personas cuando
se lo plantean en un idioma que no es el materno. Las personas que
sacrificarían a esa persona en virtud del bien común pasan de ser el 20% de la
muestra hasta casi la mitad. Únicamente porque procesan el dilema en un idioma
aprendido después del materno.
Muchos otros trabajos han confirmado estos
resultados: en un idioma extranjero nos llevamos menos por lo emocional y nos
centramos en el resultado más eficiente. Somos menos moralistas y más
utilitaristas.
Siempre se trata de sujetos
que manejan con soltura el otro idioma y se ha probado en español, inglés,
italiano, alemán... el habla concreta no parece influir. "Beneficia al
pensamiento deliberativo; te hace pensar dos veces las cosas", asegura
Albert Costa Costa acaba de publicar un artículo junto a unos colegas en una
revista especializada (Trends in Cognitive Sciences) en el que repasa algunos
de los resultados más llamativos de este campo de investigación y en el que
tratan de explicar los motivos. En otro idioma, no solo nos centramos menos en
nuestra primera respuesta emocional en dilemas morales. Además, crece la
tolerancia al riesgo por ejemplo al planear un viaje o al aceptar una novedad
biotecnológica: se maximiza el interés por el beneficio. Y nos ofenden menos
los insultos.
También este mes se ha
publicado una investigación de la especialista Janet Geipel, de la Universidad
de Trento, en el que proponían dos situaciones en las que las intenciones
morales entran en conflicto con el resultado obtenido. Por ejemplo, alguien
entrega una chaqueta a mendigo para que se caliente pero termina recibiendo una
paliza porque otros creen que la ha robado. Por otro lado, la historia de una
pareja que decide adoptar a una niña discapacitada para poder cobrar las ayudas
estatales o la idea de una empresa de donar a la caridad para mejorar sus
beneficios.
Al plantear estos
escenarios en el idioma extranjero, los sujetos estudiados valoraron mucho más
el resultado obtenido (malo en el primer caso, bueno en el segundo) que la
ética de las intenciones. El conflicto moral que nos supone empujar a esa
víctima solitaria se desvanece en muchas personas cuando se lo plantean en un
idioma que no es el materno Geipel había publicado el año pasado otro estudio
en el que proponía situaciones con cierta carga de tabú social: un hombre que
cocina y prueba la carne de su perro muerto, alguien que trocea una bandera de
su país para limpiar un váter, una pareja de hermanos que deciden mantener una
relación sexual. Los sujetos debían evaluar del 0 al 10 la maldad del acto.
Quienes los leyeron en su segundo idioma otorgaron de media un punto menos de
incorrección moral a estas acciones.
No están claros los motivos
concretos de este cambio de conducta, de esta doble personalidad lingüística.
Costa sugiere un ramillete de razones que estarían interconectadas entre sí:
"Por un lado, otro idioma obliga a pensar despacio. "Por un lado,
otro idioma obliga a pensar despacio. Además, entendemos que lo emocional está
más ligado a la primera lengua que aprendemos", sugiere Costa Como explica
el premio Nobel Daniel Kahneman, nuestro cerebro contaría con un Sistema 1, que
se dedica a las respuestas intuitivas, más veloces y eficaces pero lastradas
por sesgos, y un Sistema 2, que se ocupa de las respuestas que exigen
reflexión.
En nuestro idioma natural,
saltaría con más facilidad el Sistema 1 a gestionar el problema; el esfuerzo
adicional de usar otro idioma despertaría al Sistema 2, más perezoso pero más
juicioso. Así se explicaría ese porcentaje de personas que aparcan sesgos como
la aversión al riesgo, los reparos morales, etc.
Tanto Geipel como Costa
suelen mencionar en sus trabajos la situación que se da en escenarios como
Naciones Unidas o la Unión Europea, en la que buena parte de sus miembros toman
decisiones en una lengua que no es la materna. "Y en multinacionales, en
la ciencia, en numerosos ámbitos hay gente trabajando en inglés aunque no es su
primer idioma", señala Costa, que está trabajando en aplicaciones para
este hallazgo. Por ejemplo, en negociaciones en las que se requiere que los
actores aparquen sus emociones y sus pegas personales. Quizá sería una buena
idea proponer sesiones en inglés en el Congreso de los Diputados.
Autor: Javier Salas
Artículo extraído de: elpais.com
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